Te ha pasado alguna vez que te cruzas con alguien por la calle y ves que te mira mal. Automáticamente has pensado que les has repugnado y que es un mal educado. Lo más probable es que esa persona iba ensimismada en sus pensamientos y ni se daba cuenta de qué cara estaba poniendo, la verdad es que podrían ser muchas las razones de ‘su reacción’.
Normalmente las personas superamos este tipo de situaciones socialmente ambiguas como éstas con facilidad, ya que entendemos que regular nuestras emociones y entendiendo que las reacciones de los demás no tienen porqué significar algo malo.
Sin embargo a veces tendemos a vernos a nosotras mismas como víctimas y acabamos percibiendo nuestro entorno como hostil y negativo. Vemos malícia detrás de cualquier ofensa que nos hayan hecho.
Pero esto es algo que no hacemos a propósito. Es un mecanismo interno para proteger nuestra autoestima a corto plazo. El victimismo no es algo que elegimos conscientemente, sino que caemos en él porque nos funciona, se convierte en una estratégia para desenvolvernos en la vida y que nos proporciona confort, atención y nos libera de la responsabilidad ante cualquier situación desagradable.
La atención, la simpatía y el tiempo que conseguimos a causa del victimismo actúa como refuerzo, se nos valida como buenas personas y nos permite asegurar que si nuestras circunstancias fueran diferentes nuestra vida sería mucho más próspera.
El victimismo se puede originar por diversas causas como la forma en que nos han criado y educado nuestros cuidadores, allí aprendimos a lidiar con las cosas que no salen como nosotras queremos. Otra de las causas puede ser la indefensión aprendida, que se origina debido a preocupaciones legítimas que no han sido afrontadas, cuando viviste situaciones en las que tú no tenías ningún poder para cambiarlas.
A veces la victimización se acaba transformando en un elemento fundamental de nuestra identidad. En estos casos tendemos a atribuir nuestras 'desgracias' a fenómenos que no podemos controlar como el destino, la mala suerte o el libre albedrío de otras personas.
Emily Zitek y Rahav Gabay definieron el victimismo como el sentimiento de verse a una misma como una víctima, generalizando en muchos tipos de relaciones. También plantearon la existencia de 4 dimensiones dentro del victimismo:
Búsqueda constante del reconocimiento del victimismo propio:
Se da cuando mostramos una constante necesidad de que las demás reconozcan nuestro sufrimiento.
Se ha estudiado en pacientes que, ante el sufrimiento de algún tipo de agresión, la visión que teníamos del mundo como un lugar justo y moralmente correcto se hace añicos. Si alguien nos reafirma nuestro ‘papel’ de víctima y el agresor reconoce su error el proceso de recuperación en terapia se acelera.
Sentido de elitismo moral:
Te identificas en él cuando tiendes a autopercibirte como una persona de recta e inmaculada moralidad. Por lo tanto percibes a las demás como personas incorrectas, injustas, egoístas e inmorales.
El elitismo moral se desarrolla como un mecanismo de defensa contra sentimientos profundamente dolorosos y de vía para enaltecer y obtener una autoimagen positiva sesgada.
Falta de empatía ante el daño y sufrimiento ajenos:
Cuando estás preocupada en tu propio victimismo y te olvidas que las demás también pueden ser víctimas.
Se ha visto que las personas victimistas que realmente han sido víctimas tienden a legitimar su conducta agresiva y egoísta con los demás, ignorando el sufrimiento ajeno o menospreciandolo.
Constante rumiación sobre victimización en el pasado:
Es frecuente que tu victimización te provoque entrar en bucles de pensamiento sin fin, recordando lo que te dijeron, el daño que te hicieron o cualquier acción desagradable que hayas vivido y no piensas en posibles soluciones al problema.
Es importante saber diferenciar el victimismo de la autocompasión ( súper necesaria)
Kristinn Neff diferencia el victimismo de la autocompasión cuando no exageras tus propios problemas y no te desconectas de las demás por el hecho de sentirte mal. Eso hace que al adoptar una perspectiva compasiva hacia las otras personas, el ‘espacio mental’ se amplía a un contexto más amplio, que engloba a las demás y a una misma. En lugar de enfatizar el propio malestar personal, reconocemos que la vida es difícil para todas.
Recuerda que el victimismo es un mecanismo de protección ante el miedo o la ansiedad.Si te has identificado en este patrón de comportamiento intenta, ante todo conflicto o situación que te provoca sufrimiento dar un paso atrás para adoptar una perspectiva más equilibrada y objetiva.
¡Da la vuelta a la tortilla! Empieza por intentar identificar cuándo no estás asumiendo tu responsabilidad ante resultados no deseados, cuando el miedo no te deja ver qué puedes hacer tu frente a una situación. Empieza a pedir a las demás de forma asertiva qué quieres en vez de hacerlas sentir mal por no dártelo. Trata de identificar diálogos internos basados en generalizaciones y predicciones negativas sin certeza.
Pronto verás que tomar el control de tu vida te llenará de poder. Podrás ver cuántas posibilidades de cambio se abren hacia ti, y eso amiga, es la libertad.
Fuente:
Gabay, Rahav & Hameiri, Boaz & Rubel-Lifschitz, Tammy & Nadler, Arie. (2020). The Tendency for Interpersonal Victimhood: The Personality Construct and its Consequences. Personality and Individual Differences. 165. 10.1016/j.paid.2020.110134.
Zitek, Emily & Jordan, Alexander & Monin, Benoît & Leach, Frederick. (2010). Victim Entitlement to Behave Selfishly. Journal of personality and social psychology. 98. 245-55. 10.1037/a0017168.
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